Hasta este momento podemos encontrar que el interés por experimentar la vivencia con sustancias psicodélicas cada vez ha sido de mayor interés popular. Podemos encontrar varios blogs y contenido online de usuarios individuales como en comunidad que se han aventurado a emprender procesos con pequeñas cantidades de sustancias psicoactivas y a comunicar sus metodologías y efectos subjetivos, aunque también podemos encontrar otros estudios regidos por instituciones como MAPS. Pero cuando hablamos de microdosis ¿a qué nos referimos?
Microdosis se refiere a la práctica de ingerir bajas cantidades de una sustancia psicodélica (Fadiman, 2011). Las substancias con las que se han realizado una mayor cantidad de prácticas y estudios son la dietilamida de ácido lisérgico (LSD) y la psilocibina. Para poner un ejemplo de una cantidad adecuada para realizar un proceso de micorodsis en estos casos estaríamos hablando en el caso del LSD entre 6 y 15 microgramos, y en psilocibina entre 0.1 y 0.25 gramos de setas en seco (Schirp,2015). A pesar de que estas dos sustancias son las más comunes que podemos encontrar en foros hay un gran abanico de sustancias con las que las personas experimentan estos procesos con pequeñas cantidades.
Los psicodélicos han estado asociados con apertura y alteración en la percepción y en la cognición de las personas. Aquellas que suelen realizar con frecuencia tomas de sustancias psicodélicas describen sus experiencias en relación a imágenes vívidas y cambios en la visión, pero en el campo de las microdosis no funciona del todo igual. En procesos con microdosis la persona es capaz de identificar aprendizajes y desafíos mediante la ingesta de una cantidad inferior que le permita continuar con su vida cotidiana sin sentirse abordado por los efectos de la sustancia. Se describe como una forma sutil de identificar los efectos de la sustancia sin encontrarse totalmente abocada a la experiencia como tal.
Podemos decir que no hay una estructura definida y clara para llevar a cabo procesos de microdosis en particular, ya que hay personas que hacen un uso diario y otras que dejan dos días de descanso entre toma y toma. Sin embargo, una de las guías más comunes es la que propuso James Fadiman, considerado el padre moderno de las microdosis y uno de los fundadores de la psicología transpersonal, la cual se basa en ciclos de tres días; dos días de descanso entre toma y toma por varias razones, aunque principalmente se contempla el hecho de que algunas sustancias mantienen sus efectos residuales en el organismo hasta dos días después de cada toma y, en algunos casos, los receptores y membranas del organismo pueden generar tolerancia a la sustancia.
Estudios antropológicos reportan que ya en las culturas tradicionales se hacía uso de sustancias psicodélicas o enteógenas como el peyote, setas y semillas en un contexto de vida cotidiano aunque se desconoce un origen en concreto (Schultes & Hofmann, 1979). Estas sustancias eran utilizadas como catalizadores de experiencias en rituales religiosos (Nichols, 2004), pero también se usaban en pequeñas dosis como afrodisíacos, para reducir el hambre, para obtener valentía e inspiración, anular el dolor, y tratar enfermedades como la gota o la sífilis (Prioreschi, 1996). Es decir, que estas pequeñas cantidades que actualmente se asocian con alteraciones de la consciencia en su momento se utilizaban además para obtener beneficios terapéuticos y mejoras funcionales. A pesar de la falta de estudios acurados sobre los efectos de las microdosis, los usuarios destacan de sus experiencias una variedad de efectos psicológicos y beneficios sociales que incluyen el incremento de vitalidad, creatividad, productividad, habilidades sociales, concentración, pensamiento analítico, estados de ánimo positivos, memoria y bienestar general (Anderson, 2013). Podemos ver que es un fenómeno curioso, ya que por un lado no se vive la experiencia con la misma intensidad pero sin embargo los beneficios en el bienestar general son notables.
Uno de los temas que también genera grandes espectativas es profundizar en el riesgo en la salud de los usuarios que experimentan con microdosis a lo largo del tiempo y un uso seguro de las mismas. Tal vez en estos momentos no se dispone de un estudio en particular que abarque esta cuestión pero sí podemos encontrar algunos relacionados con los efectos de las sustancias psicodélicas usadas a lo largo del tiempo que sugieren que un uso a lo largo de la vida puede ir relacionado con un menor riesgo de suicidio y enfermedad psicológica (Hendricks, Thorne, Clark, Coombs, & Johnson, 2015) En general, a pesar de que hay personas que viven experiencias disociadoras o desestructuradas en términos psicológicos los psicodélicos no son adictivos (O’Brien, 1996) y una gran escala de estudios no han encontrado ninguna asociación entre el uso de psicodélicos y resultados negativos en la salud mental (Johansen & Krebs, 2015) en comparación con otras drogas legales como el alcohol o el tabaco (Nutt, King, & Phillips, 2010).
De este modo, y considerando que el uso con microdosis es en cantidades inferiores los riesgos para la salud de los usuarios son muy bajos, aunque también se sugiere que un uso crónico e inapropiado pueda envolver riesgos todavía desconocidos (Kyzar, Nichols, Gainetdinov, Nichols, & Kalueff, 2017).